martes, 16 de noviembre de 2010
El muro de la vergüenza...
La historia que les voy a relatar sucedió un 8 de Noviembre cualquiera en el campamento Saharaui de El Aaiún. Los niños dormían todavía y los más perezosos daban vueltas por la jaima. Entonces, sin esperarlo, como un despertador comenzaron los gritos. Eran las fuerzas de seguridad de Marruecos que pedían por los altavoces a las mujeres y a los niños que desalojaran la zona.
Las fuerzas de seguridad son un equipo de superhéroes que protegen al país de toda amenaza. Así, cuando 20.000 saharauis montaron sus tiendas y se asentaron para protestar por su libertad, se vieron gravemente atacados y decidieron bombardear el campamento. El resultado de este maravilloso deporte fueron 7.000 jaimas tiradas abajo, 13 muertos y miles de desalojados.
El pueblo marroquí se levantó, por estar estar en contra de esa sangre derramada. El pueblo saharaui lloró, y cultivó un odio tan grande, que solo deseó la venganza. Las mujeres y los niños se salvaron. Pero desde lejos, vieron como perdían a sus padres, hermanos y amigos.
"No crucéis la línea marcada, y no seréis atacados". Las instrucciones son fáciles: Marruecos construyó un muro. El segundo muro más largo de la humanidad. Un muro que superó las aberraciones del de Berlín y por ello se ganó el condecoroso nombre del "Muro de la vergüenza". Un muro que separa la opresión de la libertad. Un muro que nunca cae.
Por lo tanto, quiero exprimir de esta historia una última moraleja. Esta visto que todo es un juego. Existen unas reglas, el muro; unas tramapas, los bombardeos; y un objetivo, ganar. Y no importa si al otro lado del muro hay quién se muera de hambre. Lo importante en esta vida, es ganar.
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