domingo, 21 de noviembre de 2010

Desayuno sin diamantes...

He desayunado con Iván. Hemos paseado, charlado, reido. Hasta me cogió de la mano. Solo lo hizo para que cruzara un paso de cebra corriendo. Pero a mi se me erizaron hasta los pelos de la nuca. Pero nunca más le voy a volve r aver. Porque me gusta. Mucho muchísimo. Y si mi padre se enterara se sentiría muy deshonrado. Así que la mañana ha sido fascinante pero la tarde ha sido derrumbadora. No me moví del sofá... y Mon intenta levantarme el ánimo, pero no sabe cómo. Es muy tierno cómo una tía tan bruta intenta hacer sonreir a alguien.

Estoy terriblemente avergonzada. Desde que he llegado aquí empeizo a adoptar las costumbres españoles como mías. Y me encantaría pasear sin problemas de la mano con Iván. Y llevar falda. Y maquillarme. Un vez, hasta pensé en quitarme el hiyab. Y nunca he de olvidar de donde soy. Cual es mi cultura. Cual es mi Dios. Pensar por un momento en engañar a mi padre me consume por dentro. Ojalá estuviera aquí mi madre.

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