Me voy. Me voy a mi casa. Y no sé expresar con palabras la alegría que eso me provoca. La gente está acostubrada a que sean los demás los que vuelven, están acostumbrados a ser los que esperan. Pero cuando eres tú... todo cambia. Sobre todo si llevas cuatro meses sola, en un país que no conoces y con un idioma que no dominas. Solo ver sus caritas cuando me vean, con eso me conformaría. Aquí en España la gente está muy malcostumbrada a lo material. No saben pagar las cosas con amor, o con algo valioso para uno mismo. Paquetes, plástico, y papel de envolver. Esa es un máxima aspiración. Y para mí, yo solo les pidos a los reyes magos volver. Ver a mi madre. Contemplar mi infinita playa de Essaouira. Pasear por el zoco, y rezar en la mezquita con mis hermanos. Volver a llevar mi hiyab sin que nadie me mire raro. Hablar en árabe. Ese es el mejor regalo que voy a recibir nunca.
Pero no me marcho para siempre, en un mes estoy de vuelta. En septiembre lloré como una niña, me hice débil por unas horas, y me asusté. Odiaba España y la idea de venirme para acá se me antojaba una locura. Empecé a arrepentirme. Pero ahora, me ío de aquellas lágrimas. Porque Madrid se ha llegado a convertir en mi segundo lugar favorito. Después de Essaouira solo deseo estar en Madrid, en la calle Alto de Extremadura, protegida. En Madrid me han hecho mucho daño, me han humillado y me han señalado. Pero todo eso se olvida cuando conoces a gente como Noe, como Ceci o como Mon. Es cuestión de buscarlas muy adentro, y te sentirás en deuda toda la vida con ellos. Madrid me ha ofrecido el avance, las nuevas tecnologías. Me ha demostrado que la amistad no pone barreras ante las culturas. Aunque no pude saborearlo, aunque se evaporó a la velocidad a la que apareció, me enseñó lo que es el amor. Pero lo más importante, es que Madrid me ha concedido un sueño, un sueño imposible. Estudiar lo que más quiero.
Por eso ahora me voy feliz, pero no por ello volveré triste. En enero se oirán mis pasos, porque volveré para comerme la ciudad. Seguiré absorviendo todo lo que Madrid me ofrece. Gracias a este viaje, al que le queda mucho para acabar, he aprendido que como el hogar no hay ningun sitio. La calidez y la familia son los más grandioso que tenemos. Pero también he aprendido que cada rincón del mundo es maravilloso si somos capaces de verlo con el corazón muy abierto, sin prejuicios, sin colores, sin razas. Con la inocencia de un niño podremos descubrir su magia.
سعيدة عيد الميلاد ¡Feliz Navidad!
Aicha El Idrissi*
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