Mi nombre es Aicha El Idrissi y tengo 19 años. Escribo porque no tengo con quien hablar. No hay amigos en Madrid, no hay abrazos, ni siquiera palabras reconfortantes. Solo hay ruido y prisa.
Me presento de nuevo. Mi nombre es Aicha y soy marroquí. Llegué hace tres días al aeropuerto de Barajas, maleta en mano y con 3000 dirhams en el bolsillo. Tenía tanta hambre que pague 40 dirhams ( ¡¡4 Euros!!) por un bocadillo. Hoy me hace gracia, porque me empiezo a hacer a la idea de aquí todo es así de caro.
Nací en un pueblo de la costa llamado Essaouira. Seguramente muchos lo conozcan porque se ha convertido en un destino para los turistas muy llamativo, desde que un tal Jimi Hendrix tuvo la brillante idea de construirse un palacio en mi pueblo.
Hasta los diez años no pisé una escuela. Trabajé en la medina ayudando a mi madre con el puesto de cuero y a veces hice recados de una punta a otra de la enorme playa de Essaouira. Pero ningun minuto de mi vida dejé de lado mi gran pasión: leer. Leía mientras comía, mientras corría, mientras pastoreaba y mientras atendía a los turistas.Y con toda la insistencia que cabe en una niña de metro y medio, conseguí que me mandaran a Rabat a estudiar en el colegio Cervantes. Este es un centro muy especial ya que imparte todas sus clases en español. De ahí que ahora pueda expresarme con tanta facilidad.
Gran parte del mérito se debe a mi esfuerzo, pero hay que reconocer que gran parte de lo que he conseguido es gracias a mi tía Fadua El Idrissi, que me enseñó lo básico del español para la prueba de acceso y me acogió generosamente durante nueve años en su casa de Rabat.
Entre camellos, arena y mezquitas me he criado. Y ahora mírenme, en la Universidad Complutense de Madrid, estudiando enfermería.Pero, ¿es Madrid como lo soñaba?
Estoy en el hostal Metropol de la calle Montera. De momento comparto habitación con cinco chicas, me dan de desayunar y tengo acceso a internet. Pero esto tiene que durar poco. Necesito una habitación donde vivir. Un hogar. Pequeño, pero mi hogar.
En Madrid no eres nadie. Nadie se fija en tí. Nadie te presta ayuda. Pero yo no quito la sonrisa, por lo que les a costado a mis padres hacerme llegar hasta aquí.
Añoro a mi familia y a mi Essaouira. Pero todavia es pronto para tirar la toalla.
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